miércoles, 19 de enero de 2011

Una muerte que hasta hoy, no se esclarece...

Hace más de 4 años una mujer murió asfixiada en San Isidro. Sus hijos dormian en el segundo piso, pero no escucharon nada. Los hermanos Ariel y Eva Bracamonte Fefer hoy están enfrentados. Ariel ha lanzado un dedo acusador y dice que Eva miente y se contradice. Que ella salió ganando con la fortuna del abuelo, que lo sacó del tablero y lo botó de la casa familiar. Pero mientras los reflectores iluminan la batalla de estos hermanos hay un hombre que pasa desapercibido. Se llama Pinkas Flint, el abogado de Myriam Fefer, en realidad el albacea de su padre. Según confesión de hijos y amigos, él y Myriam eran amantes... Antes de analizar y especular sobre ¿quién fue el asesino intelectual de Myriam Fefer?, daremos una breve reseña de su vida. Todos señalan que ella era una mujer fuerte y alegre. Tenía insomnios, le gustaba jugar en los casinos y a menudo padecía de migrañas. Se había casado con Marco Antonio Bracamonte Mantilla, un hombre que no era judío. Hay quienes aseguran que por culpa de esta unión comenzó la enemistad con su padre Enrique Fefer, el verdadero dueño de la fortuna. Myriam se separó cuando su hija Eva tenía 5 años y Ariel 4 años.
Las leyendas de los judíos mayores de cincuenta dicen que no había hombre que se resistiera a sus encantos o hechizos. En el fondo era una mujer obsesiva y amante de la magia negra. "Era una mujer fuerte e impulsiva. Cuando se molestaba decía muchas lisuras", dice su amiga de la infancia Peggy Roif.
Esta historia de muerte comienza el 15 de agosto del 2006.
-¡Qué linda que estás, mami! -le dijo Eva antes de despedirse e irse a dormir.
- Ay, Eva, solo estoy en pijama.
Esta es la última escena que Eva Bracamonte Fefer guerda de su madre con vida. Así estaba ella, guapa, sexy, como era siempre, con un pantalón celeste acero y un polo a rayas. Lo que Eva no sabía es que a la mañana siguiente la despertarían diciéndole que su mamá estaba enferma cuando en realidad hacía rato que estaba muerta. Ensangrentada. Asfixiada. La policía dice que la mataron entre las doce y media de la noche y dos y media de la madrugada. Myriam Fefer se llamaba. 51 años, decía el parte. No hubo puertas violentadas, ningún perro ladró. Se robaron la laptop y algo de dinero. En sus uñas rotas la mujer llevaba la piel de su agresor. La identidad
del matón se revelaría tres años después con una prueba de ADN.
La primera conclusión de la policia fue una sola: alguien desde adentro debió abrie la puerta al asesino. Las hipotesis dibujaron un rompecabezas que hasta la fecha sigue armándose.
Primero: Myriam Fefer conocía a su atacante y ella misma le abrió la puerta.
Segundo: Uno de los hijos abrió la puerta.
Tercero: Uno de los empleados de la casa era el culpable.
Cuarto: Un amante irritado, una esposa despechada o un socio desconocido cobró venganza.
Hasta el momento se sabe quien fue el autor material del crimen, pero falta averiguar, quien fue el autor intelectual.
Esperamos que las autoridades judiciales aceleren el caso y se haga justicia a una mujer que en realidad lo tenía todo, pero en una noche lo perdió todo.